Procuro recuperarme
de la infección de mi oído,
severa, para matarme,
en un momento indebido.
Los dolores, los cohetes,
de una forma magistral,
insoposabiosrtables, dolientes,
muy difícil de aguantar.
El otorrino, al final,
dio fin a esta travesía
de esos dolores letal,
que enturbió la vida mía.
Pero nunca sus resabios,
que han tenido que esperar,
pues no aguantan ni los sabios,
de sabiduría ancestral.
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