Tuve un sueño muy amargo,
en una ciudad oscura,
que la atravesé a lo largo
por el temor a la duda.
No recuerdo donde estuve
por mi profunda ansiedad,
ni por la parte que anduve
por mi gran ambigüedad.
Por consiguiente, yo sola,
entre largos pensamientos,
me sorprendió una aureola
de tormentas y de vientos.
Tanto, que empecé a volar
entre páramos hostiles,
hasta que empecé a rezar
y hallé personas gentiles.
Todo es magnificado
por un mal pensamiento,
que queda escenificado
en un sueño de lamento.
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