lunes, 6 de enero de 2020

Payaso.

De niña, tuve un payaso
que no era de carne y hueso
un juguete, en este caso,
que se merecía respeto;
porque era su vestimenta
igual a otra de verdad
y su cara, tan contenta,,
era una preciosidad.
Pintado con tanta gracia,
movía su cara y su cuerpo,
con enorme autonomácia
y un verdadero acierto.
Lo cuidé con mucho esmero
y me duró mucho tiempo,
para mí fué lo primero,
pués me llenó de contento.
La cuerda llegó a su fín,
de tanto manipularla,
fué un disgusto para  mi,
¡solo le fallaba el habla!

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