Te ofrecí lo que tenía:
mi fe y mi confianza,
esa ilusión, contenida,
de entrega y añoranza,
que, en mi corazón, latía.
Esperaba comprensión,
a mi sistema de vida,
a todas mis andaduras,
con, extrema, convicción,
de que sería comprendida.
Y así fue, evidentemente.
Acudiste, a mi llamada,
con rigor y simpatía,
y me entreabriste tu mente,
tanto como yo quería.
Y llegó lo inesperado,
me diste mas que te di,
con honor y gallardía.
Lo que, siempre, he recordado
y, entonces, no te pedí.
Fuiste un ser maravilloso,
que me amó, hasta el infinito,
el que me enseñó a querer,
con un toque fervoroso,
extraordinario, exquisito.
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