Cuando el sol llama a mi puerta,
asomando sus reflejos,
suavemente, me despierta,
el brillo de sus espejos.
Así, empieza mi mañana,
agradeciendo a la vida,
estar alegre y galana,
por la dicha conseguida.
Signo de amor, en secreto,
sin alardes de grandeza,
e inmensurable respeto.
Todo, es brillo, en mi retina:
las flores, su colorido
y el olfato, que combina,
con su perfume, encendido.
El mar, en su lejanía,
ante el manto, colosal,
de su extensa anatomía,
fenómeno natural.
Y el horizonte, lejano,
cubre todos mis anhelos,
guardados en el arcano,
de mis ansias y desvelos,
Ese ambiente, lo bendigo,
porque mece mis sentidos
y, en su ambigüedad, consigo,
esos lujos, perseguidos,
relativos al ambiente,
lleno de paz, de ventura,
que subyuga al subconsciente,
de extraordinaria hermosura.
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