Hay un Don, especial, extraordinario,
regalo del espíritu divino,
que alumbrará, por siempre, nuestro sino,
un día y otro día, a diario.
No es imaginable, por precario,
ni desorbitado, en su camino,
pero, imprescindible en el destino,
e inalcanzable subsidiario.
A veces, ese Don, lo ignoramos,
por prurito y por delicadeza,
y, por prudencia, no lo aceptamos.
Cuando, en realidad, es la pereza,
la que nos rodea, por donde vamos.
¡No olvidemos esta sutileza!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario