La vi como en el vacío,
sin doctrina ni euforia
y sin ningún albedrío,
por la falta de memoria.
Me acerqué, le di un abrazo
y abriendo su confianza,
la tuve en mi regazo,
esperando la templanza.
Salió de su desafío.
con infinita paciencia
y recobró su gran brío,
para atacar la violencia.
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