Durmiendo, el alma se niega
a dar paso al pensamiento.
como si estuviese ciega,
no responde ni al lamento.
Necesita su descanso,
no se le puede negar,
es el único remanso
para volver a empezar.
La castigamos, sin duda,
bastantes veces al día,
de una manera aguda,
dejémosla, si dormía.
Por eso, la valoramos,
mas que nada en el mundo
y acude, si la llamamos,
sea agradable, o iracundo.
Siempre dice la verdad,
por eso, la consultamos
y por su grata bondad,
casi todos, la amamos.
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