Me mueve tu cariño y tu ternura.
Eres, en realidad, un fiel reflejo,
de tu ser más amado, tu espejo,
con la misma bondad y donosura.
Estás como quisiste, a su altura.
No hay, para ti, reproche, ni consejo,
de ese ser que te adora y perplejo,
por tu buen corazón y tu ventura.
Hiciste un deber, tu educación,
que aceptaste, ya, desde el colegio
y dio lugar a tu buena formación.
Lo aceptaste, como un privilegio,
y reconoces, tu esfuerzo y devoción,
que redundó en un bienestar, regio.
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