viernes, 10 de marzo de 2017

Hora, maravillosa.

Recordando tu silueta,
de apariencia discreta,
pero, de gran prestación,
y suprema educación,
que, con gracia y respeto,
y lenguaje discreto,
¿que hora es, me preguntaste?
no supe qué contestarte,
y mi reloj, te acerqué.
Me  miraste y te miré.
Tú, con tus ojos verdosos,
levemente ruborosos.
Y yo, me desconcerté
y un éxtasis observé,
en tu forma de mirarme,
quizás, para desarmarme,
que, jamás, olvidaré.
Luego, me recuperé.
Desde entonces, tu mirada,
tal vez, mas acompasada,
me acompañó hasta partir.
¡Fue una gozada vivir!


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