Sigo amando, a mansalva,
al primer niño que veo,
si me mira o me habla
es mi ardiente deseo.
Todos tienen parecido
a alguno de mis bisnietos
y me quitan el sentido,
es uno de mis secretos.
Mi estado no me permite
viajar para reencontrarlos,
viven lejos del remite
y no puedo visitarlos.
A cualquier niño que encuentro,
mil carantoñas le hago,
me detengo y me centro,
lo beso y me satisfago.
Un simulacro agradable,
que me llena de ternura,
que me mantiene estable
y día a día perdura.
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