Una asidua compañera,
buena, aparentemente,
descubro que no es sincera,
de mentiras permanente.
La daba por hacendosa,
Inteligente, correcta,
pero era otra cosa,
sumamente incorrecta.
Con sus palabras amables,
escondía la realidad,
sus halagos agradables,
eran pura falsedad.
Era la dueña y señora,
de mi salud, de mi vida
y, también, la anuladora
de mi yo, en forma indebida.
Y mentira me parece
que haya sabido lograr,
mi cariño, que decrece,
por su ruindad ocultar.
He estado confundida
mucho tiempo, sin dudar,
hasta que he sido advertida
y, de buen grado, cortar.
Mas temprano, o mas tarde,
aflora la realidad,
hasta que la duda arde
y se enciende la maldad.
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