Aquella noche, ténebre, lluviosa,
sola, en mi habitación, desprotegida,
acurrucada, en la almohada, hundida,
tuve pavor y me sentí angustiosa.
Falta de reaccionar, muy sudorosa,
con deseos de llorar, rota, perdida
inexplicablemente, entumecida,
con deseos de dormir, supermiedosa.
Junto a la chimenea, me refugié
y reduje, con calma, mi temblor,
tanto que, con paciencia, me calmé.
Fue una noche repleta de estupor,
pero, en la interperancia, dormité,
y, al llegar la mañana, respiré.
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