Hay un cielo y una mar,
unas estrellas fugaces
y una luna a resaltar
y otros astros muy veraces.
Yo me detengo en la luna,
el astro que mas amé,
que adoré como a ninguna
y a su fulgor me entregué.
Sus puestas de sol llenaron
mi corazón de ternura
y sus noches me abrigaron
con excelente mesura.
Aprendí a amar ante ella,
por sus influjos constantes
y su irisación, tan bella,
embrujaba a los amantes.
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