viernes, 13 de diciembre de 2019

Segunda parte.

Ahora me cuesta explicar
lo que siguió a mi bonanza,
tristeza para empezar
y un olvido de esperanza:
Viví la guerra española
a mis solo doce añitos,
todo menos aureola
en esos  años malditos.
Después, cuando ya acabó,
aumentó la enfermedad,
contagiosa, que logró
que sufriera de verdad,
Tifus exantemático,
que, a mi, me contagió;
tres meses fué mi calvario
que mi cuerpo lo sufrió.
Fiebres altas, desconsuelo,
hasta extremaunción, también,
no legué a pisar el suelo,
sabiendo el cómo y por qué.
Como un hilo me quedé,
tuve que aprender a andar
y un desahogo fué
volver, de nuevo, a saltar.
Otro comienzo de vida,
progresivamente hallé,
aprobando esta medida,
hasta que, al final, volé.

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