El otro día me encontré
a una amiga de la infancia
y, al principio, me extrañé,
¡tenía tan poca fragancia!
Fué recíproco el momento,
las dos pensamos lo mismo,
con un callado lamento,
sin reproches, ni altruismo.
Alegría y sentimiento
en un arropado abrazo,
un poco duro el momento,
en un dulce momentazo.
Recordamos las vivencias
tan alegres del ayer
y ocultamos sugerencias
del amor y el proceder.
¡Qué bonito es recordar
lo más dulce de la vida
y qué vergüenza ocultar
nuestra vejez encendida!
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