que el cielo besara al mar
y eso, en mí, se quedó
como principio de amar.
De niña, quería nadar,
siempre, hacia el horizonte
y nadaba sin cesar,
sin llegar, jamás, al borde.
Delirios de juventud.
que soñaba sin hablar
de esta gran magnitud,
era cómodo ignorar.
También me sugestionaba
no poder analizar
lo que siempre tanto amaba,
para poderlo aplicar
hacia una vida mejor,
que lo movía el abismo,
como ejemplo superior,
que se inclinaba a si mimo.
Todo el mar me dio lecciones
de vida, de caridad
y elevó mis emociones
hacia la divinidad.
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