sábado, 17 de octubre de 2015

A Ingrid, mi pescadera.

Hoy, gloso a Ingrid, mi pescadera,
por su encanto, porque se lo merece.
Porque sabe vender lo que te ofrece,
porque es dulce, porque es entera.

No es una vendedora cualquiera.
Su gentileza, nácar me parece.
El albor que su rostro esclarece,
la magnifica, como debiera.

Salmonete, gamba, langostino...
la iluminan, de un tono sonrosado,
cada día, de modo repentino.

Simbiosis de la mar, con el pescado
y con ella, en tiempo anodino.
¡Es un rayo de luz, en el mercado!

No hay comentarios:

Publicar un comentario