Aquella tarde, gris, de primavera,
en la hamaca tumbada, adormecida,
llena de soledad y aburrida,
apareciste tu, como cualquiera.
Me hablaste, sin saber quien yo era
y tu mirada seria, confundida,
me pareció altiva y engreída.
¡Ese fue el retrato que yo hiciera!
Tus palabras, sencillas y elegantes,
cambiaron mi opinión, en un momento,
por sus tonos concretos, relevantes.
Versátiles, como si fuera un cuento,
convirtieron un después, en un antes.
¡Como vinieron, se las llevó el viento!
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