Una vez, había "un pobre"
tan malo como taimado,
como desecho de hombre,
despreciable y desastrado.
Alimentaba disturbios,
que le producían placer,
era el rey de los suburbios
por ese mal proceder.
Sus fechorías englobaban
los robos y las traiciones
y sus frentes estudiaban
las susodichas acciones.
Desde niño le obligaron
a esta vida pervertida,
pero jamás le enseñaron
que había otra mejor vida.
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