El otro día tropecé
con un amigo entrañable,
muy anciano lo encontré,
de aspecto desagradable.
En él viera mi retrato,
pero no quise creerlo,
lo reconocí en el acto
y me empeciné en no verlo.
Sentí una especie de miedo
que con él me comparara,
aunque no faltó ni un dedo
poniéndonos cara a cara.
Estoy tan acostumbrada
a no mirarme al espejo,
que me parecí osada
al no encontrar ni un reflejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario