Cuando el sol, por la tarde, declina,
espero a la luna impaciente,
para seguir su curso, tan ardiente,
que hasta mi subconsciente ilumina.
Un colmo de placeres me origina,
con su rojo color resplandeciente,
que se inculca en mi alma y en mi mente.
¿Soy su amante y siempre me domina!
Largos años, logré verla a diario,
dormir con sus reflejos amorosos,
sin preocuparme por el calendario.
Días imborrables, cálidos, preciosos,
que hoy, para mi, ya es legendario,
pero en mi corazón siguen airosos.
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