El calor es asfixciante,
para mí, demoledor,
llamémosle estresante
y se espera lo peor.
Jamás me gustó el verano,
incluso en mi juventud,
pero tenía el mar cercano,
que movía mi selectud.
Podía disfrutar del baño,
de sus playas de su luz,
nada me hacía daño,
al contrario, era salud.
Hoy, la arena se resiste
para dar un paso al mar
y el sol también insiste
en que me puedo quemar.
Todos son inconvenientes
y, ni siquiera, lo intento,
porque suelen ser frecuentes;
con un paseo me contento.
Ahora ni lo pretendo,
me lo impediría el calor,
y me quedo escribiendo,
que será la idea mejor.
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