Ví a Cupido, sin querer,
como me pasó aquel día,
que sin andar, sin correr
me surgió en el autobía.
Fué una mirada intensa
que me cegaba la vista,
quizás para mi defensa,
porque no estaba prevista.
Obviando su mirada,
me acerqué hasta la puerta,
con mi cara sonrosada
y cuando estuvo abierta:
como no se retiraba,
le pregunté ¿baja usted?
y al momento contestaba:
"cuando baje..., bajaré".
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