La humanidad, normalmente,
esquiva a los ancianos,
es como un clavo ardiente,
que nos quema a donde vamos.
Aquello, pasó de moda,
no hay superioridad,
intrínsica, pues no asoma,
todo es vulgaridad.
Antiguamente, gozaban
de una cierta preferencia
del respeto que les daban,
de agrado, no de exigencia.
Los años, ya no condonan,
absolutamente, nada,
ni las arrugas que asoman,
sumadas a la escalada.
No existe la prioridad,
que, ahora, dicen se merecen,
solo alegan la igualdad
y los elogios decrecen.
No esperamos reverencias,
ni tampoco las queremos,
solo algunas negligencias,
eso sí lo aceptaremos.
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