martes, 9 de febrero de 2016

Ayer... y hoy.

Vi tu mirada, perdida,
que te estabas debatiendo,
entre la muerte y la vida,
sin quererlo, estremeciendo.
Y supe tu desespero,
por tu tristeza y tu llanto,
y por tu rictus, sincero,
de angustia y desencanto.
Ese vuelco, extraordinario,
de tu cuerpo y de tu mente,
francamente rutinario,
ensombreció el ambiente.
Ambiguo, desolador,
que somete a un estado,
triste y estremecedor,
casi, casi, desahuciado.
Quizás, sea morir viviendo,
con un signo interrogante.
¿Hasta cuando estar sufriendo?
¡Es un martirio constante!
Me conmueve, en demasía,
verte, sin quererte ver,
como estás en este día,
no, como estuviste ayer.

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