domingo, 28 de febrero de 2016

La tarde.

La brisa del mar, me besa,
acaricia mis oídos.
El oleaje, no cesa
y los veleros, asidos
a la arena de la playa,
estampa majestuosa,
tan bella donde las haya,
totalmente esplendorosa.
El sol, quedo, de la tarde,
ilumina mi semblante,
que, de fuego, no hace alarde,
con un brillo relajante.
Y la luna, amaneciendo,
entre pálidos colores,
casi, casi, enrojeciendo,
va expandiendo sus albores.
El mar, pálido azulado,
refleja omogeniedad,
oxígeno cumulado,
e inmensa tranquilidad.
Todos estos ingredientes,
mas el bello panorama,
fueron mas que suficientes,
para acariciar la fama,
de nuestra naturaleza,
enormemente, atractiva,
por su encanto, su belleza,
lindamente, positiva.

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