La Alpujarra, de Granada,
tiene un, especial, encanto.
En alturas, situada
y cubierta por un manto,
muy difícil de igualar:
Sus casas, como pesebres,
de elegancia singular,
cual porcelana de Sèvres.
Su extraordinaria belleza,
modelo de artesanía.
El aire, no sopla, reza,
por no alterar la armonía.
Los jamones, las conservas,
lujo para el paladar,
como las flores, las hierbas,
ansiosas para brotar
e iluminar sus senderos,
con harta sabiduría,
como estrellas y luceros.
Así un día y otro día.
Es digna de admiración,
como una miniatura,
divina, en su construcción,
de innegable hermosura.
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