Tengo un jazmín floreciente,
de extraordinaria hermosura.
Por su impoluta blancura,
se muestra resplandeciente.
A las rosas, las bloquea,
ante su copiosidad.
Quiere ser él, en verdad,
el que mas flagrante sea.
Su orgullo, exacerbado,
le domina, por entero,
porque se siente el primero,
solo el único admirado.
Se expone majestuoso,
entre el resto de las flores,
presume de sus olores,
ante todas, vanidoso.
Entre el jazmín y la gente,
hago una comparación,
que me viene a colación:
¿Existe así alguna mente?
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