Sé, muy bien, que estoy aquí,
a estas costumbres, atada
y, también, que estuve allí,
en mi niñez, elevada,
a un cúmulo de venturas,
que me abrieron a la vida,
y entrañables conjeturas,
que mi alma, no olvida.
Viví, entre algodones,
ni arrugas, me rozaron,
sujeta a bendiciones,
que, para mí, las guardaron.
Todo, era tranquilidad,
envuelta en soplo divino,
donde hallé felicidad,
para encauzar mi destino.
Mas tarde, sola, aprendí,
lo que era maldad y bondad.
Una y otra, compartí,
yo creo, mitad, por mitad.
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