Hay que aprender a vivir,
según nos mande el destino,
sin llorar, ni sonreir,
hasta encontrar el camino.
Que nos alegre, o nos dañe,
nuestro propio sentimiento,
y, alguno, nos acompañe,
según lo dirija el viento
En ambos casos, seguir,
con entusiasmo, el deber
sin sumar, ni dividir,
en uno u otro quehacer.
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