Cuando el azul del cielo se desgaste
y oscurezcan los rayos de la luna,
no existirá la luz, no habrá otra alguna,
que sustituya a la que tanto amaste.
Fue una gran belleza que admiraste,
desde tu nacimiento, de tu cuna,
inyectada como cualquier vacuna,
por todo el territorio que vagaste.
Es ofuscante mi propia aberración:
detenerme en ese disparate,
que merma nuestro pecho de emoción.
Mi corazón, desconsolado late,
ante tan absurda desolación,
que pudiera llegar este remate.
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