O presumo, o me quejo.
Vivo entre entre estas versiones,
no me miro en el espejo
y así creo equivocaciones.
Cada una es insegura
en término fidedigno,
porque no es queja, es ventura
y mi parecer no es digno.
De sentirme presumida,
quizás lo sea, pero nó
para verme embellecida,
ya que mi estilo cambió.
Con tantos años vividos,
se nota mi deterioro,
en general divididos.
¡No cambiemos plata en oro!
Hay momentos disuasorios,
que pensando en el pasado
se vuelven contradictorios,
entre lo escrito y lo hablado
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