Había una vez, un payaso
que a los niños encantaba,
con su vestido de raso
y a todos nos subyugaba.
Dentro de su profesión,
sabía moverse con gracia,
irradiaba ilusión,
escondiendo su desgracia.
Motivaba optimismo
y con piruetas, saltaba,
riéndose de sí mismo,
cuando en el fondo lloraba.
Como vivía en la miseria,
sus padres, con gran presteza,
lo llevaron a la feria
para paliar su pobreza.
Regalando alegría,
vivió así, año tras año,
pero nadie descubría
la tristeza de su engaño.
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