lunes, 21 de agosto de 2017

San Pedro.

Nadé hasta el fondo del mar,
donde se encuentran las llaves
de otra puerta para entrar,
con laberintos y claves.
No sé cuanto he de vivir,
pero vivo mientras muero,
hasta poder descubrir
el nombre de un gran portero.
Pedro, si no me equivoco,
de un paraíso privado,
donde estaría el foco
de ese palacio encantado.
Tengo tiempo para hallar
ese recinto concreto
donde se suelen amar
sus huéspedes, en secreto.
Si es que me dejan entrar
porque lo haya merecido,
las gracias debo de dar
al portero distinguido.

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