El otro día tropecé
con una niña, perdida;
con astucia, la miré
y me sentí compungida.
Por su estado deprimente,
de cuidado y limpieza,
le di vueltas a mi mente,
para paliar su tristeza.
La acaricié tiernamente
y le ofrecí mi sustento,
modelando su ambiente
y conseguí su contento.
Aclaré su ascendencia
y con pena la entregué.
Desde entonces, mi conciencia
la apoya cuando la ve.
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