Cuando se muestra la vida,
por principio generosa,
es nuestra mejor partida
para sentirse orgullosa.
Nos resta complicaciones
para paliar objetivos
de dudas, preocupaciones,
que suelen ser corrosivos.
No fuerza nuestro deber
para no hacerlo obsesivo,
con el fin de contener
un límite excesivo.
No devuelve mal por bien
y es justa para acatar
los principios que estén
sujetos al bienestar.
Nos rendirá pleitesía
por nuestra forma de obrar
y su enorme cortesia
puede enseñarnos a amar.
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