Viajé mucho, por placer,
para ahondar en las costumbres
de los pueblos, su quehacer,
sus típicas mansedumbres
y su entorno colonial.
Visité sus monumentos,
museos en cualquier parte
y disfruté sus eventos,
para contemplar el arte,
casi siempre magistral.
Me gustaba valorar
lo típico en su región,
que me encanaba comprar
con mi mayor ilusión,
como ofrenda personal.
Esa mezcla de ciudades,
de razas,de habitantes,
de hablas, de cualidades,
fueron a veces constantes,
de halago muy personal.
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