Tengo en mi cantarera
cántaros de artesanía,
muy delicados por fuera,
pero de agua, vacía.
Tiempo ah, que se llenaban
en las fuentes pueblerinas
y solo de ella gastaban,
con encanto, sus vecinas.
No había agua corriente
y para todo la usaban,
allí, acudía la gente
a llenar lo que gastaban.
No existe comparación
entre el hoy y el ayer,
antes era diversión
o trabajo para hacer.
Ahora, la comodidad,
desde luego, ha ganado,
con harta facilidad,
¡duele lo ya trabajado!
Pero, también, hay constancia
de que la fuente era objeto
de novios en abundancia,
con merecido respeto.
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