En pelea de gitanos,
al quite de una mujer,
llegaron hasta las manos
por adquirir su poder.
Con una palabrería
agria, en superlativo,
uno al otro le decía:
"no te la lleves contigo
ni te atrevas a tocarla
porque tú sabes que es mía,
tampoco sabrías amarla,
porque eres flor de un día."
Todo acabó a puñetazos,
porque la niña acudió
a sumarse a los regazos
del amado, al que amó.
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