Somos del cielo un poquito
y un mucho de la tierra,
aquí todo está prescrito
y, algunas veces, se yerra.
Los años siguen sumando
alegrías y tristezas
y nosotros marginando
todas nuestras asperezas.
Aquí, no tenemos mando,
todo está bien controlado,
sin saber cómo ni cuando,
la espera, es lo mandado.
Cuando vamos madurando,
también nos envejecemos
y vamos acumulando
las vivencias que tenemos.
Los años multiplicados
deterioran nuestro ser,
físicamente agotados,
a nuestro modo de ver.
Nos volvemos arruinados
en el temple y en la calma,
debemos ser empujados
a vivir por otra alma,
que nos arregla, nos cuida,
como nosotros lo hicimos,
por lo menos, lo procuran
y es por ellas, que vivimos.
Sin ellas, no somos nada,
sería una triste escena,
siéntete afortunada,
mientras estás en la espera.
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