Aquel ayer, sentados en la hierba,
quisiera retenerlo en mi memoria,
con buen cincel, a ver si se conserva
y ocupa un primer plano en nuestra historia.
Todo fue tan suave, tan sencillo,
que impregnó de sosiego nuestra alma,
solo, de vez en cuando, algún grillo,
interrumpía, con gracia, nuestra calma.
Las palabras, henchidas de ternura,
tu imagen, encendíendo mis pupilas.
en una atmósfera limpia y pura.
¡Tu, siempre, con tus ojos me encandilas!
Todo tan perfecto, sin sombra oscura
que me induce a pensar si lo he soñado,
mas, no, fue realidad, estoy segura,
pues, la felicidad, la hemos ganado,
con nuestra abnegación y nuestra entrega,
pendientes de cuidar nuestro amor,
constantemente, de forma ciega,
movidos por la fuerza del fervor.
Nos enseñaron a saber valorar
lo noble del sentimiento humano,
porque, entendemos, es difícil hallar
y, por eso, andamos de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario