Un día de primavera,
de sol espléndido, claro,
ascendimos hacia un faro,
que bello se considera.
Su enclave, majestuoso,
entre la tierra y el mar,
me permitió contemplar
un cielo maravilloso.
El mar, algo embravecido,
de color azul-verdoso,
me presentó a un coloso,
medianamente encendido.
El horizonte, lejano,
abrazándose a la mar,
los dos juntos, a la par,
dentro de ese gran arcano.
No es privilegio el amor,
de unos pocos, solamente.
El amor, está patente
en nuestro alrededor:
En los pájaros, las flores,
los peces, las mariposas,
en tantas y tantas cosas...
En el rocío y sus albores.
Ese día, me transformó
en el ser más amoroso,
complaciente,más jocoso,
que Nuestro Señor me dio.
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