Me mueve tu sonrisa descarada,
tus labios, carmesíes, que relucen,
con un brillo ancestral, que me seducen,
enseñando sus perlas, en cascada.
Tus ojos, de tonalidad azulada,
en mi alma serena se introducen
y alivian mi pesar, cuando reducen
mis ansias de sentirme marginada.
Una grata expresión de la belleza,
emblema del arte, en tu persona
que engloba toda la naturaleza.
Tu andar, cimbreante, lo pregona,
lo mismo que tu extremada entereza.
¡Tu perfume, hasta la tierra abona!
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