jueves, 19 de marzo de 2015

Huérfano.

Un cartón era mi cuna,
al amparo de la luna,
dormí uno y otro día,
o a medias, como podía.
Me despierto legañoso
y, como siempre, andrajoso,
sucio y desarrapado,
entre nubes, desolado.
Busco agua en mi camino
y, mientras tanto, opino
mi estrategia matutina,
aunque, siempre, mi rutina.
¿Qué voy a desayunar?
y, aprisa, me pongo a andar,
hasta llegar al mercado
y como el primer bocado.
Siempre, hay gente generosa,
pobre, pero dadivosa.
Después, suelo caminar,
deprisa, para ayudar
a alguien que me necesite
y, al mismo tiempo, me invite
a cambiar mi sucia ropa,
o darme un plato de sopa.
Una vez recuperado,
vago y vago, esperanzado
de encontrar otra salida,
que alegre mi triste vida.
Me faltó, siempre, una madre,
que me cuidara y un padre,
que a los dos nos arropara.
¡Solo eso, me aliviara!

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