Si su luz, en tus ojos, se recrea
y su brillo y la brisa que rodea
todo tu alrededor, es perfumada...
No desees nada mas, no pidas nada,
ya que, al atardecer, el mar ondea
sus olas magistrales y recrea,
en su lento vaivén, otra mirada.
El día que se nos da, hay que mirarlo,
con inmenso placer y con agrado.
Solo con ilusión, hay que aceptarlo.
Y esperar el siguiente, cuestionado,
que, será hermoso y habrá que alabarlo
y bendecir los que Dios nos ha dado.
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