Estando en la templanza, yo deliro,
suavemente, en silencio profundo
y de sueños preciosos abundo.
En solo unos instantes, doy un giro.
Sumida en el letargo, no suspiro,
me hallo en otro sistema, en otro mundo,
mas cercano y estable, mas fecundo,
hasta que, brevemente, ya respiro.
Inerte en movimientos, sosegada,
miro al cielo de distinta forma,
no hay tinieblas, hay luz en mi mirada.
Todo está ajustado a mi horma:
El alma está serena, alucinada
y un espacio entrañable, me transforma.
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