Al precisar mi postura,
perdí lo que me estorbaba,
un delirio de locura
que sin cesar me agobiaba.
Me molesta la estridencia,
gritos en la soledad
que entorpecen la audiencia
y ofenden la claridad.
Quiero paz y educación,
la altanería es una ofensa
propia de reprobación,
que actualmente es extensa.
No hay consideración
para oídos silenciosos,
solo la exageración
los hace alegres, gozosos.
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