eras como una chiquilla
y, en tus ojos, descubrí,
que eras limpia y sencilla.
Bella, como otra ninguna,
andando en la incertidumbre,
cual las fases de la luna.
Esa, era tu costumbre.
Con tu anímico estado,
por reveses de la vida:
a un vínculo desatado,
solitaria, introvertida.
Tú, te explayaste conmigo.
Yo, me miré en el espejo.
Así fue, como te digo:
¡Eras, mi puro reflejo!
Y, colorín, colorado
como un cuento de Calleja,
démosle por acabado,
ya que felices nos deja.
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