lunes, 14 de mayo de 2018

LABERINTO.

Un día, solo ese día,
entré en un laberinto,
pues muchas ganas tenía
de probar ese recinto.
Me pareció interesante
y me creí algo astuta,
no esperé mucho, al instante
empecé a iniciar la ruta.
Empezaría desde cero
a la izquierda, a la derecha
andando con desespero,
siguiendo una u otra flecha.
Lo que empezó con agrado
llegó a preocuparme,
aquello era mas que un prado
y comencé a alarmarme.
Con nadie me tropecé
y empezaba a oscurecerse,
pero de pronto escuché
la campana del conserje.
Chillé para que me oyera
y enseguida apareció,
con placer, me sacó fuera.
Si no, ¿que hubiera hecho yo?.

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